martes, 4 de diciembre de 2012

Movimiento crepuscular

Relee eso que te escribí hace unos años. Relee todos los ruegos y el llanto y el danzar de mis manos. Relee y piensa en mí.  Ya no estaré. Pero relee. Serán esas las cenizas que deberás enterrar. O echar al viento. Será lo que quede en esas líneas, en ese gesto absurdo y confuso que nos separó.

Relee y vive de nuevo. Relee y vive sin mí. Yo reescribiré. Aunque me haya ido. Seguiré con esa mueca en mi rostro. Yo reescribiré y no estaré más en tu presencia. Correré lejos del absurdo y lo llevaré dentro de mí. Giraré una y otra vez, centrífuga, intentando que salga. Giraré una y otra vez mientras mi alma riela en lo profundo del cielo o del mar o de la tierra o de ti.  Rielará y yo la buscaré. Y el absurdo dentro de mí. Rielará mientras relees. Y yo reescribiré.

martes, 20 de noviembre de 2012

El sabio Onán

Dios, por supuesto, llovió toda la mañana, inundó por la tarde, y tronó en las tinieblas. Armó, lo que se dice, "una tormenta en un vaso de agua".

Onán tan tranquilo: "Pataletas, ya se le pasará"

Qué despropósito, Señor, si ya no crecen espígas en esta tierra baldía.

Soy partidario de la dicha inocua.

Mi mayor pecado, y por ello, mi mayor bien, fue conocer el amor en agua turbias y blanquecinas, más allá del azogue, en mis propias manos.

martes, 13 de noviembre de 2012

Entonación

Siento que se está haciendo más leve. Que se deshace.
Estoy perdiendo la capacidad de escuchar esta voz que creí tener.
Siento que se va. Y yo grito. Pero se va.
Y hablo más fuerte, pero
                                      ya
                                            no
                                                  está
                                                            ahí.


domingo, 11 de noviembre de 2012

tic, tac, hoc.

un, dos, tres.
caen las gotas
                     al revés-
cuatro, cinco, seis.
la tierra seca
                   en redondez-

siete, ocho, nueve
         diez.
dejaré de responder.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Martes


En el amor el tiempo es como un pájaro
aleteante, estremecido, trágico.

J. L. C.


Desbandada de blancas,
mariposas intestinas
revoloteando desvaídas en la hora incierta.
Agitándose ante cáusticas visiones del camino.

Y te hallan, recóndito, entre trastos
terciopelo amante
y te cercan como lanzas vivas
jubilosas, ya, o deleznables
persiguiendo el ritmo de tus ojos
el ocaso erótico del párpado
sobre tus lunas insomnes de fulgor
Atril, manos voluptuosas,
perfilándote, herido melocotón,
Todo tú, incitando al beso...

Y la blanca desbandada
deshaciéndose en espasmos.

martes, 23 de octubre de 2012

Más me valdría

No hay desventura
Ni sueño, ni entresueño.
Hay horas
y silencio entre los hombres
que platican en ellas.

No hay desvalidos.
Ni sueño, ni entresueño.
No hay palabra escrita
sin vanidad oculta.

No hay desdichas.
Ni sueño, ni entresueño.
Sólo pesadillas
y el girar del perno.

No hay desvanes.
Ni sueño, ni entresueño.
Sólo a campo abierto
la avidez expuesta.

No hay descubrimiento
Ni sueños en la angustia
Sino el repetir cansado
de la argucia astuta.


lunes, 22 de octubre de 2012

Lunes

Olor de trementina
y de verano
metálico meollo
de durazno
almibarado
cual titánico diluvio de yodo.
Así, cada segundo.

Así, cada vigilia.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Máximas de juventud



No llores sobre un vaso rebosante.
Se perderá el sabor inerte de las lágrimas.

Espero, sin esperanza,
que en la mudez no acaezca el vacío.

Deja que el sabor amargo del ausente
aderece el manjar de tus sentidos.

Cierro mi boca dolorida
a los gritos agudos del presente.

La fiereza absurda del valiente
es la savia podrida del abeto.

Recorre redondeces con tu dedo
y afianza los saberes aprendidos.

Temo, como a nada, a lo ya dicho;
Cierra las puertas de mis labios.

Deambular sin celo y caminar;
retornar al dolor de la palabra.

Una palabra y dos que se revientan,
traspasarán la angustia de tenerte.

Teme y saborea el azogue de ti mismo,
reprende la ventisca de tus rasgos.

Será cruento, serán las horas;
Todo encallará con un 'te miento'. 

sábado, 8 de septiembre de 2012

Deseo


Pintarme de color tapiz
enredándome en las notas de la flauta
enmudecida.
Hacerme polvo incierto
brizna callada.

O fundirme, de súbito,
en la tierra
húmeda y fértil.

lunes, 27 de agosto de 2012

Monólogo transparente

No soy ninguna de ellas. No soy oliva, ni cardamomo. Tampoco vainilla espesa y aromática.

Soy dos gotas de agua en un vaso lleno. Deslizándose. Arrastrándose pesadamente hacia la vastedad inerte. Pero no llegan.

La gravedad las atrae, las obliga. Pero no caen. No acaban nunca de caer.

No soy lavanda ni azafrán. Soy dos gotas de agua que se arrastran pesadamente. Soy dos gotas que no llegarán a ser agua y morirán bajo el sol de medio día, en el borde de un vaso informe, intentando caer.
A MEDIAS

A Alejandro


¿Qué hacer con esta noche a medias?

Adusta noche
con sus autos y sus vuelos
Alegre noche y descolgada
por las luces de la ciudad,
lejanas y festivas

Noche de sombras engañosas

sábado, 25 de agosto de 2012

...





Él


"Matamos lo que amamos. Lo demás no ha estado vivo nunca"
R. C.


La vida es una danza. El bailarín sigue la ruta de la música: la escucha e interpreta. Se lanza a la cabriola: se mueve a un ritmo propio, con gestos únicos, con expresiones irrepetibles. Siempre, sin apartarse de la melodía entonada.

Mi danza, la mía, nunca fue notoria: mas bien fue torpe y silenciosa, seca, pero palpitante en el fondo, como si se tratara de una correría de ratas cuchicheantes en las cañerías oxidadas de una vieja mansión, abandonada. Mi danza es la marcha del roedor en el destierro. Así, tal cual: sólo yo y mi baile. Yo, que siempre danzo sola.

El baile solitario, no obstante, suele ser triste, por lúgubre y vacío. La alegría de la danza nunca halla consecuencia en el zapateo ermitaño. Sí, en cambio, en el bailoteo feliz de las parejas, que prometen un contacto afable con el otro, que es el mundo. La danza solitaria es innegablemente bella, ceremoniosa como el encierro de un misterio, pero desoladora. Es el paso sordo del expatriado, que nadie oye, que nadie sigue, mas que la propia e impredecible sombra, que podría, de repente, aprestarse a huir.

Él fue mi porvenir. Lo conocí bailando, y así también lo despaché. Recuerdo que se acercó con paso intempestivo, aunque calmo: soñador y paciente. Le seguí con premura cándida un buen rato. Prometimos bailar la noche siguiente.

Un nuevo día y un temor nuevo. Él danzó, incitante. Temblé. Tuve miedo. Temí tropezar irremediablemente y arruinar, desmañada, el acto. Me alejé de él, retornando a mi viejo baile de salón sombrío y chirreante. La rata volvío a su nido. A roer su miseria.  

Él fue mi porvenir. Fue, digo, porque entre una infinidad demente de bailarines revoloteando diariamente en la desmedida pista de baile, me será imposible encontrarlo de nuevo. Sin embargo, permanezco, aguardo, con absurda esperanza, optimista. 

Soy la danzarina solitaria. Soy la rata que espera, vehemente, que la luna sea un queso gigante.


martes, 14 de agosto de 2012

Estreno

La putita nueva en su primer día de trabajo. Ansiosa, temerosa, torpe, espera a los clientes. Más bien, al cliente indicado. La tarifa no se ha convenido, pero ha de ser alta. Hoy se estrena.

Un hombre amable se detiene a su lado: charla con ella y resulta amable. Es el indicado, se dice ella, confiada. Súbitamente, el hombre la mira con detenimiento, niega con la cabeza, algo lastimero y toma del brazo a una puta experimentada. Se alejan.


***

Por la calleja oscura bajan tres hombres resplandecientes, cada uno con brillo propio. La interceptan: quieren acostarse con ella, pero no todos. Debe escoger a uno de ellos.

La putita queda confundida: el trío entero le encanta. El primero tiene un aire experto y solitario, una voz extraña, pero química. El segundo parece distraido, se mueve vago entre la noche, pero parece equilibrado y amoroso. El tercero tiene un gesto superior en el rostro, casi empalagoso, pero atrayente. La putita es inocente, por más puta que sea, así que se detiene a pensarlo. No se aventura a cantar un nombre, no se decide. Ellos aguardan impacientes. Ella cierra los ojos y medita, medita, medita.


***

Cuando por fin se resuelve por alguno, abre los ojos. La putita lloriquea. No hay nadie a su alrededor, excepto un hombre sucio y repugnante que se aproxima a ella. Sin remedio: es la última opción de la noche.

domingo, 12 de agosto de 2012



LA EPIDEMIA DE LO FANTÁSTICO


 A un poeta inspirador


La enfermadad mayor del hombre actual no es la esperanza, sino la fe. Yo también la sufro. Tenemos el complejo del jugador de azar inexperto, que prueba mil veces suerte en una ruleta sin fortuna. La del ingenuo menesteroso que recurre a lo imposible e ilógico, buscando algo de paz. La del religioso... la del religioso, que no amerita explicación. La esperanza aguarda en el límite de la posibilidad. La fe trasciende la linea del absurdo. Pedirle al hombre que transite en vías rectas y plausibles es una súplica vana. Yo no la quiero oir. ¿Quién quiere hacerlo?. Cuando el camino supone incertidumbres solas, no nos queda más, a nosotros, seres deleznables y desolados, que el apego infantil a las faldas de la incoherencia, el disparatado abrazo de la suposición, y la loca epidemia de lo fantástico.

viernes, 27 de julio de 2012

Ad efesios

Llegas a mí vestido de horizonte
Y pronuncio con ansia la frialdad de tu nombre.

¿A quién persigues ingenua entre los bosques?
¿A quién esperas en las tristes arenas?

Llegas a mí cubierto de silencio.
Mi mirada te busca en las sombras argentes.

¿A quién escuchas gimiendo entre las sábanas?
¿A quién sonríes destelleante y constelada?

Llegas a mí en un rumor sereno.
Me tiendo y escucho el galopar de tus ojos.

¿A quién le cantas absurda desdentada?
¿A quién escribes solitaria pasajera?


Clamor anodino


Miro los ojos del ausente
La noche sigue constelada
Su respiración vacila aún sobre mi pecho

Susurro al oído del ausente
El viento gime entristecido
Sus latidos resuenan rasos en mi pecho

-Se ha ido- me digo.

La noche del ausente se estira sobre mí.
Me cubre crasa hasta el tobillo

-Ya no está- me repito.

Rozo con cuidado la piel del ausente
Alguien se mueve y gime.
Un cuello emerge de la sábana.
El eunuco etrusco aparece límpido.

-No volverá- me convenzo.


miércoles, 18 de julio de 2012

III


-Oye…

-¿Qué?

-¿Estás bien?

-Ajá


Siguieron tendidos entre las sábanas sudorosas. Un olor acre, a ser y a mierda, saturó el ambiente y se coló robusto por los pulmones del joven. Malheur sintió naúseas y no pudo evitar el vomito. Un nuevo olor, corrosivo éste, se sumó al aire.

-Sabía que no estabas bien- le reprochó la muchacha, sintiendo lástima por él. Había fallado sexualmente y pensó que el pobre debía sentirse avergonzado.

Pero Malheur, más que avergonzado, se sentía asqueado. Estaba descubriendo, con mayor pena cada vez, que se alejaba del mundo exterior. No podía sentirse conectado con sus amigos y condiscípulos, no podía fingir ser parte de algo, y ahora, ni siquiera podía tener un contacto meramente físico. Una oleada de repugnancia por todo y por todos lo invadió por completo y supo entonces que no temía nada.

-¡Fuera de aquí, zorra! –gritó excitado. Acto seguido, al ver la estupefacción de la muchacha, la agarró del cabello y la sacó a puntapiés a la calle, mientras esta gemía, totalmente desnuda.

Mientras la mujer golpeaba la puerta y exclamaba palabrotas en la acera, Malheur extrajo de la cigarrera un pitillo y empezó a fumarlo, apaciguándose con cada chupada.

-Fuera de aquí, zorra- repitió en el silencio Malheur,- fuera de aquí –exclamó entre una carcajada estrepitosa, -fuera de aquí…zorra- y sonrió amargamente.


lunes, 25 de junio de 2012

Sonata en rosa salmón para la homenajeada

-Ya estás en edad de merecer. Debes ser presentada en sociedad. Será esta noche. Todo está dispuesto. Todos están invitados. Comida, los valses de moda y la decoración. Te traje un vestido. Es rosa salmón, con los hombros descubiertos y corte princesa. Como debe ser. Vístete y baja en cuanto estés lista. Recoge tu cabello y riza tus pestañas. Es todo lo que venía a decirte. Hasta la noche.


Ella asintió, en silencio, sin saber lo que hacía. Se quedó sentada sobre su cama, sin parpadear. Tomó el vestido que estaba junto a ella. Rosa salmón, como debe ser- se dijo. No quería ponérselo. Quiso asirse a él. Una niña temblaba tras las cortinas. Llevaba mucho tiempo allí y no quería ser descubierta. Se contuvo. La joven tomó el vestido entre sus brazos y se acostó sobre su cama. No podía pensar. Sólo asirse. La niña no podía gritar. Sólo esconderse.

Abajo, los cocineros preparaban los pasteles y los músicos acomodaban los instrumentos. Flores en la mesa y en las paredes, flores en los vasos y en la comida. Flores en la pista de baile y en las sillas. Las flores son el órgano reproductor de las plantas. Había flores por todas partes. Todo estaba preparado. La hora llegó y los invitados comenzaron a llegar. Vestidos largos que sonaban al arrastrarse por la pista de baile, jóvenes ávidos en trajes negros y a rayas. Corbatas y corbatines, tiaras y tocados. Todo estaba muy bien organizado. Los invitados se sentían a flor de piel, como peces en el agua. Los músicos comenzaron a tocar. 

La joven seguía tendida sobre su cama, sus pestañas lisas y su cabello enmarañado. Seguía sin pensar. La niña estaba acurrucada y ya no sentía las piernas, debía contenerse. La joven cerró los ojos y apretó más fuerte el vestido. Se quedó dormida. La niña permaneció inmóvil, olvidó el entumecimiento de sus piernas. Debía contenerse. Agachó la cabeza y pensó.

Los invitados estaban encantados. ¡Vaya que sí han sabido presentarla en sociedad! ¡Qué fiesta más encantadora! -decían todos. La familia se sentía orgullosa. Todos estaban asombrados. Nadie había notado que la chica aún no bajaba. Todos la admiraban sin embargo. Todos los caballeros fueron a presentar sus respetos a los padres y a profesar admiración por la chica que había sido presentada, prometieron presentes y visitas para esa semana. Ella no había bajado. Pero había sido presentada. Nadie se dio cuenta. La reunión se prolongó hasta el amanecer. Los invitados se fueron retirando con cansancio y admiración. Los cocineros y las doncellas se quedaron a levantar las sobras. Los padres se fueron a dormir. Ella había sido presentada. Todo había sido un éxito.

La joven seguía tendida sobre su cama y el vestido sofocándose entre sus brazos. La chiquilla tras la cortina se había puesto de pie cuando el cuarto estaba en su mayor oscuridad. Nadie la había visto. Sus miembros se estiraron por fin y un hormigueo la hostigó por algunos minutos. No podía moverse. Tuvo que contenerse. De nuevo. Ya no temblaba. La joven estaba tensa sobre su cama y no se movía. Quizá soñaba. Nadie fue a verla, nadie la observó mientras dormía.

Sería mejor que no despertara-pensó la niña. El sol comenzaba ya a anunciar la mañana. La joven se movió por fin. Abrió los ojos y no pensó. Apretó el vestido. Habría sido mejor que siguiera en su sueño, pérfido pero ideal. La niña pensaba. Se escondía. La joven despertó pero habría sido mejor que siguiera dormida. Ella despertó pero no sabía. Los demás estaban ahora despiertos y tendría que verlos correr hacia ella. La habían presentado y ella no lo sabía. La niña tembló de nuevo tras la cortina. Se contuvo. La joven tendría que ver a los jóvenes ávidos, tendría que hablar y ser alguien. La habían presentado a todos, pero no a sí misma. Tendrá que ir con ellos.

Pero la joven no lo sabía. La niña  lloraba tras la cortina.No saldría de allí de nuevo. 

martes, 19 de junio de 2012

Amabisne me?

*

Un temblor absurdo me recorre. No te tendré. No pondré un posesivo al lado de tu nombre. No, nunca será así. Es una verdad personalmente conocida que yo en posesión de un pequeño sentimiento debo estar en busca de tus signos. Pero ya no hay verdad conocida. Debo aprehender.

**

Y estoy allí lidiando con este yo que es una estrofa, este que me pesa y no me alcanza. Debo cargar con él. Con este yo que me arrastra y no descansa. Gira sobre mí y se ríe. Yo solo levanto los ojos para luchar. Pero debo cerrarlos de inmediato. Mi yo es inaprensible.  

***

Una equis y otra, y un redondel y unas líneas. Todo se repite, la equis se hace asterisco sin que me dé cuenta. Siempre pasa y yo la ignoro. Quiero ignorarla. No quiero ver al segundero girar sobre sí, no quiero escuchar al minutero arrastrarse con desprecio sobre el horario. El tiempo se deshace entre mis poros. El tiempo me penetra y no me pertenece. 

****

Eres como un montón de palabras susurrando mi nombre. Todas me llaman pero no estoy en ninguna de ellas. Todas susurran mi nombre pero mi nombre no está en ninguna de ellas. No pueden pronunciarlo. No sale de sus bocas. No sale de tu boca. Debo permitirme decirte cuánto yo te pronuncio y te hablo. Debo decírtelo para que sientas cuánto tiempo has perdido mezclando las letras equivocadas. Mi nombre fue impronunciable. 

*****

El viento se llevó el susurro y mi oído nunca estuvo tan cerca como para escucharlo. Todo se ha ido con él. Con el tiempo y con el yo inaprensible. Todo se ha ido contigo también. Seguiré al viento ahora. Buscaré otro posesivo. Seré de sus residuos.

domingo, 17 de junio de 2012

Otro día

Yo, perdida entre hediondas sábanas,
Temiendo el espejo constante:
Lejos de mi el sucio, el humano
Inútil absorción de lo inútil

Y afuera el sonido chocante
perros gimiendo vaporosos
cuadros y más cuadros,
tonos blancos y grisáceos.

Quedó el gesto, desesperado:
Orquestas y aplausos
por entre dispersas callejas
Llenando el intervalo absurdo,
Otro día pululando heces.

La terrible hora sin sentirse aún.

miércoles, 13 de junio de 2012

II



El joven Malheur se echó en el catre, mirando el techo. Pensó en sus padres. Fiebres, insomnios, aneurismas. Signos de vida: no los latidos, no. Pero la vida es vida porque existe la muerte. Entonces la vida llamaba. Mal hijo. Qué grandísimo imbécil. Mi madre adolorida. Hijo de puta era yo. Nada literal.

Pensó en sus amigos. Suicidios, llamadas, llanto. Humanidad: hasta un animal podría entenderlo.
¿Y quién si no yo vicia ensimismado horas y horas contemplándose al espejo?

Pensó en el amor.



Malheur gimió y se contuvo. ¡Hijo de puta egoísta! Hijo de puta egoísta....y solo.

viernes, 1 de junio de 2012

Malheur

I

Miró las páginas en las que había trabajado las últimas tres noches. La debilidad no le permitía mantener la cabeza muy erguida, y en el rostro demacrado se marcaban agudas las huellas del esfuerzo. Desde el catre contiguo al suyo oyó la voz cansina y despectiva de Benjamin Leetov:

-Maldito bastardo, ¡es media noche ya!

-Me falta mucho aún y...

-Y la máquina de escribir es mía. Déjalo ya.

Sin decir una palabra, el joven Malheur apagó la luz pobre y macilenta y se desnudó en silencio. Se internó entre las cobijas raídas y ásperas de su cama y pensó en las páginas en las que trabajara. Leetov roncaba, aun cuando no había empezado a escribir. Tiene una suerte infame, pensó Malheur, y siguió soñandose despierto, entre caracteres, triunfante.

martes, 15 de mayo de 2012

Prómete-a

¿Qué han decretado en el Panteón?
Desde la mansión inviolable burlas
a la simple mortal, harapienta...

¿Cuál es el destino que prometes?
El Oráculo se hace absurdamente arcano
Sordo y mudo ¿quién le entenderá?

¿Dejarás volver la infeliz a su hogar?
Si regresa sentirá la nostalgia del Parnaso
Como una ingenua Eurídice, sin patria.

Yo soy la osada mortal de mi tiempo:
Embarcada en el Estigia, prometeica,
He robado la mirada de un dios.

martes, 1 de mayo de 2012

¡Levad anclas!


No quiero despertar mañana viendo cómo todo se fue. Viendo al marinero que me besó, partir. No quiero abrir los ojos y ver que te fuiste con el tiempo y mi ligereza, con mi liviandad absurda y pesada. No quiero despertar mañana y ver que todo está ahí y me requiere. No quiero amanecer y ser la otra, la que he evitado por tanto tiempo, desde que nací. No quiero despertar y darme cuenta. Si está ahí, por favor no me lo digas. Si soy ella y todos me requieren y tengo el peso de la vida y de las voces, por favor no me lo hagas saber. 

No quiero despertar y estar consciente y saber que estoy consciente. Por favor, si alguna vez estoy consciente, ocúltalo hasta más no poder, hasta que mi cuerpo se haga demasiado pesado para sostenerlo y debas dejarme caer. No quiero despertar mañana y saber que ya años me preceden, que mis días anteriores son demasiados para contarlos, que los meses ya pasan la decena y que mis horas se han vuelto arena en mi cuerpo. No quiero despertar y ver como me ven, no quiero ver esas pupilas que se esconden de mi risa alegórica e iridiscente. Quiero ser inasible. No quiero despertar y sonreír hacia la hendidura vacía que dejó tu peso. No quiero despertar y darme cuenta de que se ha ido, de que era un marinero más.

El tiempo es un marinero más, de los que besan y se van. Y traté de asirlo pero se fue. Desperté y ya no estaba ahí. Desperté y me lamenté al ver el lecho vacío, porque dije que iba a esperar, que lo tendría a mi lado un poco más. Pero me había besado ya. Odio el amor de los marineros que besan y se van. Odio el tiempo que me pesa y se va. 

lunes, 30 de abril de 2012

Metamorfosis

De pronto despierto y están todos volando en un carnaval celeste. Me siento, erguida en el sofá, y veo sus cabezas etruscas balancearse a mi alrededor. Me miran y se burlan. Juguetean y comienzan a envolverme en sus terciopelos y sus sedas brillantes. Tejen un capullo y yo los miro absorta. Estoy erguida en el sofá con las rodillas contra el pecho y el olor argente comienza a asfixiarme. Ellos juegan con sus trajes de retazo que se deshacen en hilos que se tejen en sedas que se enredan en terciopelo y me envuelven. Como en una retahíla sin final, ellos danzan a mi alrededor y yo apenas acabo de despertar. 

Dan vueltas y me arrullan y no puedo moverme y los colores se enroscan como delgados gusanos buscando su centro. Ellos ríen y cantan con sus pies una danza y me miran con tristeza y siguen tejiendo. Ellos danzan y son tan hermosos que no les digo nada, pero el tejido está apretado y casi no puedo respirar. De pronto detienen la danza y comienzan a girar, una fuerza centripeta los atrae hacia mí. El tejido se aprieta y trato de hablar pero mi garganta está inmóvil y mi pecho no puede expandirse para respirar. Las cosas comienzan a perder forma y solo veo círculos que se acercan y se alejan, que atrapan mi cabeza y me golpean. Nada se ve ya y el color sube a mi cabeza, y con el color la presión y con la presión el dolor, el dolor de tenerlo todo adentro y no poder estallar.

domingo, 22 de abril de 2012

Sin método

Creo que fue Schopenhauer quién dijo que el amor, más allá de todo sentimiento elevado espiritual y bello, más allá de todo ideal utópico de veneración cortesana, más allá de ese concepto ingenuo y falso con que nos han convencido desde siempre, tiene un fin básico: el de la procreación. Todo tiene sentido cuando el filósofo afirma -y el lector se siente identificado cuando lo hace- que el amor no tiene sentido ni lugar sin visualización ni posesión física. El amor es posesión sin método, en un acto fugaz del todo vale.

De modo que con el altruismo y el orgullo de multiplicar el género humano fui hace algunos días a un encuentro de speed dating. ¿Por qué no hacerlo? Ya estaba harta de las noches cargadas de melodrama, esas de cabellos dispersos, música romántica y vino, y vino, y vino que nunca se definen ni acaban...



-Quiero escucharte. Me gusta escuchar a la gente. Saber sus problemas, sus dificultades.

Esta era mi frase de presentación. En realidad no me interesaba escuchar a nadie, sólo quería parecer comprensiva, y quizá recibir la misma cortesía del desconocido de turno. También deseaba ser escuchada.

-Creo que tengo todo, pero no soy feliz...

El primero era un hombre era normal, nada extraño, su único defecto era que en verdad necesitaba ser oído.



-Quiero escucharte. Me gusta escuchar a la gente. Saber sus problemas, sus dificultades.

-Son problemas demasiado personales...

-No importa, cuéntame.

-Me duele mucho el pene.

Me levanté de la mesa con toda la dignidad del caso. Hablaba de problemas espirituales, le referí por último.


-Quiero escucharte. Me gusta escuchar a la gente. Saber sus problemas, sus dificultades.

-Tengo una forma de querer muy particular.

-Creo que todos la tenemos...

-Me excitan los pies ¿cómo son los tuyos?

Por fortuna llevaba zapatos cubiertos. Le dije que tenía que dejarlo por un momento. No volví por supuesto, pero entre en el baño y me até con cuidado las agujetas.


-El último intento- pensé, y respiré sofocada


-Quiero escucharte. Me gusta escuchar a la gente. Saber sus problemas, sus dificultades.

-Cuéntame los tuyos mejor.

Y aliviada, feliz, le relate a grandes rasgos las desgracias de mi vida amorosa. Creí haber dado con el hombre correcto.

-Eres el único que ha sabido escucharme, ¿por qué lo haces?

-Me excitan las palabras.


Estaba espantada. Me marché con un pretexto débil del lugar y eché a correr a mi casa. El corazón saltaba apretado y contenido en el pecho y un olor a medicina y a rarezas me persiguió por el camino.

Al día siguiente levanté la bocina y llamé a los dos últimos hombres. Los cité en el motel Valet, habitación 8, a la medianoche. Al segundo le rogué llevara los pies muy limpios. Al primero que leyera poesía y novelitas pornográficas.



viernes, 20 de abril de 2012

Sentencias

Un verso se desliza entre mis dedos. Se regenera y se divide. Un verso se desliza entre mis dedos. Estoy sentada y lo veo caer sobre mis piernas. 
Un verso se expande en mis piernas. Las abraza y se desliza. Estoy de pie y el verso cae. 
Un verso se arrastra por el suelo. Me llama y yo me resisto. Lo veo contornearse. Me llama pero sigo de pie.
Un verso me llama desde el suelo. Soy débil. No resisto y caigo sobre él. Ahora miro el cielo. La noche se expande y me envuelve. 
Un verso se ha callado. No se mueve. Cierro los ojos y trato de escucharlo de nuevo. Trato de sentir que aún me llama. Nadie musita nada. Miro mis manos. Mis dedos están manchados y mis piernas rociadas con tinta.
Es el verso. Veo sus restos en mi cuerpo. Se ha callado. El verso me llamó a su fin. Lo ahogué con mi peso. Ha callado. 
Cuando me levante tendré su tinta en mi espalda, goteando, deslizándose columna abajo. Se quedará allí. Sin vida. Y yo no podré verlo. No podré limpiar los restos de mi espalda porque no los veré. Y seguirá allí, en un silencio inerte y sin vida. El verso me llamó a su fin...y yo le obedecí. 

lunes, 9 de abril de 2012

Sueños

¿Dónde estará?

En la casa, quizá,
Besándome, tal vez.

¿Donde estará?

Observando, lo sé,
Allá, en el alfeizar.

¿Donde estará?

Aquí arriba, ya ves
Robándome la paz.

¿Donde estará?

En la blanca pared
Ansioso por amar.

lunes, 2 de abril de 2012

Bajo un abeto

Todo se salía de control. Todos corrían hacia la última tienda con stock. Yo los miraba con asombro, ellos me miraban con tristeza. Todos se salían de control. Mi mirada se enardeció con mis mejillas. Quise lanzar un gruñido ininteligible, un aullido inaudible que rompiera sus tímpanos. Pero entonces me compadecerían aún más, me perseguirían con ese miedo absurdo y esa comprensión maternal con la que el veterinario persigue a un leoncillo herido. 

Di media vuelta dominando mis impulsos. Todos se salen siempre de control. Sentía una repugnancia insalubre hacia sus deseos, hacia sus monumentos y sus recelos. Sentía un miedo sucio y un mareo de desprecio que trataba de contener. Pero todo aquello era soportable mientras mantuviera alejadas sus preguntas de mi vida. Traté de entender sus sistemas, sus escalas de valores, pero pronto todo perdía el sentido. Llegué a amarlos a todos a pesar de la repugnancia, el miedo y el sinsentido. Llegué a obligarme a interesarme por ellos. 

Pero todos los buenos propósitos se esfumaban cuando me hacían objeto de sus preguntas. Me era más que imposible relacionarles mi vida de una forma comprensible para ellos.  Todo se hacía vacío y pobre. Al comenzar a relatar los sucesos más impactantes de mi existencia, mis luchas, mis momentos más absurdamente felices, todo se hacía pequeño, pequeñísimo, fatuo, insignificante. Yo veía con dolor y con esfuerzo, renacer en sus ojos la mirada de ternura compasiva que tanto odiaba. No porque odiara la compasión por sí misma, sino porque en esa mirada no había entendimiento, había reproche. En esa mirada veía la gestación de una palabra que me calificaría con un desdén lleno de ternura que solo ellos pueden dar.  Tendrían ganas de llorar y se sentirían culpables de su felicidad y su excitación. Y mientras tanto yo me esforzaría, también al borde del llanto, por hacerles entender que no podrán entenderme. Comencé a huir de sus preguntas y sus miradas, comencé a correr hacia los campos verdes y utópicos que siempre me abrían refugio. Comencé a correr en la dirección contraria de los centros de public relations y de conversaciones masivas. Comencé a correr hacia mí. 

Por eso, cuando decidí darme otra oportunidad con ellos, cuando decidí intentarlo de nuevo y fui a la única tienda con stock y todos me dieron de nuevo esa mirada de tristeza, aún antes de que expresara palabra, tuve que dar media vuelta y marcharme de nuevo. Ahora estoy aquí quejándome bajo un abeto que llueve castañas sobre mi cabeza, hablándole a mis propios oídos sin entenderme. 

lunes, 19 de marzo de 2012

Desvaríos oníricos


Estábamos de pie, los tres en el centro de un círculo rojo. Alrededor, la tierra. Arriba, una tela añil imitaba el cielo. Nos mirábamos. No. Se miraban ellos. Y yo los veía mirarse. Y había un diálogo entre ellos. Y pronto no fue sólo diálogo. Ese diálogo se hizo contacto. Pero yo seguía observándolos. Y no participaba en el diálogo. Y no escuchaba tampoco. Su diálogo era interno, privado y secreto. El diálogo era una danza secreta.Yo sólo seguía observando. Los veía mirarse. Los veía danzar.Veía también que yo no existía allí. Los veía ser y entre más reales ellos, más relativa mi existencia.

Tuve que comenzar a imaginar. Debía dudar de ellos para afirmarme yo. Así que imaginé que el círculo se rompía y la linea roja comenzaba a derramarse por el suelo. Imaginé que me ponía de pie en medio de ellos y danzaba. Imaginé que ellos se iban, y quedaba sola en medio de un charco rojo, danzando con los ojos cerrados, esperando que la tela añil cayera sobre mí y me cubriera, y me hiciera sentir mi propio peso contra el suelo. Imaginé que la tierra se elevaba en un torbellino rápido y acompasado y me envolvía y se enrollaba por mi cintura y me hacía girar, infinitas veces, sin parar, sin mirar afuera; y luego se deslizaba a mis rodillas y las doblaba, y yo caía lentamente al suelo, mirando hacia arriba,  viendo el añil girando, remolineando, haciéndose mar y arena. Imaginaba, que yo existía y estaba en medio de ellos.

Pero entonces abrí los ojos y yo seguía de pie, mirándolos, en el centro del círculo rojo, a un lado, sin existir  todavía. Y no podía hacer nada. Ellos danzaban y yo no  me movía. Poco a poco yo dejaba de existir. La tela añil se resbalaba pero no caía. Y ellos no se daban cuenta. Estaban embebidos el uno en el otro y yo quería decirles que la tela caería. Pero no me movía. Y quería despertar. Y quería oírlos, interponerme y decirles que también yo estaba ahí. Quería que el círculo rojo comenzara a rebosar. Quería danzar, salir del círculo, salir de abajo de la tela, sobrevivir. La tela estaba cada vez más abajo y yo tenía que agacharme. Ellos seguían de pie, tomándose de las manos, danzando, dialogando. Yo estaba ya de rodillas, poco quedaba de mí. Mi existencia se reducía mientras el vínculo entre ellos se  hacía más fuerte. Quería gritar. Un polvo húmedo salía de mis ojos. Un silencio sordo se extendía en mis oídos. De pronto, un ruido seco resonó en el recinto y todo se oscureció. La tela había terminado de caer. Mi cuerpo se desplomó. Sentí mi peso contra el suelo, el peso de la tela que me aplastaba, sentí el añil sobre mis poros, filtrándose. Sentí que mi existencia volvía con mi peso. No veía nada. Pero pude escucharlos entonces y sentir el roce de sus movimientos, de sus contorsiones contra la tela. Seguían de pie, embebidos... inertes. Se habían absorbido el uno al otro. Y su diálogo no terminaba, y sus manos seguían juntas, como en una aleación sin vida. Pero yo, yo había vuelto a existir, tendida contra el suelo, en el centro del círculo rojo, con la presión del añil destilándose en mi piel, tiñéndome, atravesándome hasta el éxtasis. Yo había vuelto a sentir. Ya no imaginaba, ni pensaba. Sólo sentía. Y seguí sintiendo hasta que cerré mis ojos y una luz blanca entró en ellos. Ahí acabó todo. 

jueves, 1 de marzo de 2012

Parpadeo

Cuando parpadeó, recordó dejar en el paisaje la imagen de un extenso prado verde, atravesado por un lago calmo surcado por el sol de verano, y allá, en el fondo, la figura de personitas alegres jugando a ser felices. Mas cuando abrió los ojos quedó mudo, frío.

La vida entera fue una revelación.

Miró temeroso el desolador suelo, árido, mustio, el fango débil y nauseabundo deshaciéndose en miasmas, sintió la marcada expresión inhumana y cansina en el ambiente. No podía creerlo. "Debo estar soñando" se dijo aterrado. Cerró los ojos de nuevo con la esperanza de ver todo como antes. Los abrió receloso.

Todo fue oscuro.

martes, 28 de febrero de 2012

Bastardía

¿Que haré? Ahora ¿Qué haré? No es suficiente. Nada de esto es suficiente. Estoy escribiendo y mientras tanto  una jeringa es llenada con un líquido blanquecino. El glucómetro suena. Todo está listo y es hora. La aguja debe entrar. Pero yo sigo aquí y no estoy satisfecha. No es suficiente, me repito una y otra vez. Lo repito. Es todo lo que hago. No es suficiente. Debería hacer algo. Y me pongo de pie. No es cierto. Sigo aquí escribiendo, imaginando que me pongo de pie con la decisión con que alguien se levanta para enfrentar a un enemigo que acaba de desafiarlo. Como en el viejo oeste. Pero yo sigo aquí escribiendo. Sin sombrero no hay vaquero. Detesto los sombreros. No me he levantado. Ni me levantaré. No físicamente. Mi conspiración es mental. Siempre lo es. Y sigo aquí. Me digo con desesperación: -No es suficiente. Me deshago. Alguien grita en mi interior. Mi cuerpo no obedece. La letras danzan como en una ceremonia secreta que no logro comprender, que una parte de mí no logra comprender. La jeringa ha sido desechada. Y yo sigo aquí, escribiendo.

El teléfono suena. Una y otra vez. Chilla, grita, se revuelca en sí mismo. Nadie le hace caso. Debes ignorar a los niños malcriados. Unos comen, otros duermen. Y yo estoy aquí escribiendo de la nada. Y estoy quieta y me revuelco y grito, pero nadie me ve. Nadie puede verme. Mi cuerpo permanece inmóvil. Las letras siguen danzando y yo las veo moverse, como en una función de cine. Soy una espectadora. Observo la producción, la dirección, los actores, los efectos de sonido. Lo veo todo en un todo. No distingo nada, solo entiendo el todo.No debería ser así. Pero algo pasa y sólo puedo ver unidades desde hace un rato. Tal vez olvidé cómo se separan las cosas. Y yo sigo aquí, desvariando. Me quejo de nuevo. No es suficiente. Y entonces lo comprendo. Es suficiente. Basta ya. Eso es lo que quería decir. Basta del color blanquecino de las cosas y del bip de las máquinas, basta de la sensiblería absurda y de los pensamientos desmedidos. Basta de mí. Eso es. Ahora creo que sí me levantaré. Iré a las moradas de Morfeo, o a sumergirme en el Leteo.  Me iré a detenerme, a poner un 'basta' a mí misma. Me iré y dejaré de escribir, dejaré de ser yo. Me iré, me voy. Ella se ha ido. 

jueves, 23 de febrero de 2012

Sinfonía marina

Ella estaba cansada. El dolor, ese que le hacía sentir su existencia con mayor intensidad, ahora le estaba horadando las entrañas. Vivía sola. Sólo él la visitaba regularmente. Ella lo esperaba en silencio y en silencio lo despedía. Pero era ese silencio el que se llevaba sus pensamientos, el que la dejaba vacía, la hacía flotar sobre el tormento en que se había sumergido años atrás. Cuando él se iba, volvía el bullicio, la multitud, el ruido de la gente, los carros, la ciudad que la arrastraba, le pesaba y la hundía.

El flotar era momentáneo y el hundirse constante. Emerger era cada vez más difícil. Él lo notaba. El silencio comenzaba a deslizarse, escapaba como un líquido viscoso y lento por debajo de la puerta. Un día, él se cansó de esperar el emerger total de ella y rompió el silencio. Abrió su boca y en un movimiento rápido y repentino, antes de que ella pudiera reaccionar y meter en su boca las naranjas cortadas que tenía para emergencias, él dijo la palabra, dijo su nombre, la llamó. Ella lanzó un grito silencioso. Sus oídos se taparon definitivamente, sus pupilas comenzaron a girar con desenfreno, cayó al suelo y se hizo pesada y dura, como de hierro. Él no sabía qué hacer. La había hecho tocar fondo, hizo que la presión del agua que pesaba sobre ella fuera insoportable. La había transmutado. No sabía porqué la había llamado. Quería acelerar su ascenso, apresurar su ligereza. Quería tenerla de nuevo en sus brazos sin tener que esperar. Esperar. Era todo lo que ella le había pedido. Espera y silencio. Y él lo había arruinado, estaba solo de nuevo. No quería separarse completamente de ella, pensó hacerla escultura. Quiso poner su cuerpo rígido y su mirada perdida como un monumento al silencio. La envió al mar, la erigió en la playa , como para que su figura acallara el sonido de las olas y el viento.

Habían sido muchas las noches que habían pasado juntos, sin sentir nada, sin escuchar nada.  Pensó en ella, pensó en el ruido, se sintió aturdido. Quiso escapar, huir de nuevo a ella, sentir su silencio, perderse en su quietud. Fue a la playa, la observó por largo rato, la sintió como antes. Se sosegó en el silencio, pero su soledad siguió allí. Lloró sin emitir sonido, temía hablar de nuevo y arruinarlo todo. La deseó con todas sus fuerzas. Un canto dulce, agudo, mudo, como un conjuro de sirena que lo llamaba comenzó a salir de las olas. Perdió el control de sus movimientos y comenzó a caminar en dirección al mar, caminó, pero no pudo flotar y comenzó a hundirse...sintió el peso y la presión, las aguas lo anegaron, la marea se llevó su cuerpo. 

miércoles, 22 de febrero de 2012

Atrás suena trascendental el piano, intercalando notas, lamentos. Es una despedida, es un adiós disipador, como una mano que despeja el vaho en las tardes lluviosas. ¿Qué pensarás en los días tormentosos? ¿qué de una despedida muda? ¿qué de nuestra historia de ensueño? Ahora, supongo, pensarás en zapatos y ansiarás horizontes diferentes.

El piano repite la melodía, sin hastiarme en absoluto. Puedo suspender esto hasta el infinito, pero, ¿quién me arrancará del abatimiento? ¿quién de tanta cavilación absurda? Te digo que me despido de momento, sólo de momento, dejándote un susurro inaudible, una palabra muerta en el desván, y alejándome con la amargura más honda, la de mi soledad eterna.

martes, 14 de febrero de 2012

Apoplejía

Todo había sucedido muy rápido. De pronto la niebla los había cubierto completamente y ellos no se habían dado cuenta. 

La novia estaba de pie en el altar y el párroco pronunciaba con lentitud las palabras de la homilía,  como si quisiera hacer cada segundo más largo con un canto ritual, con la melodía de un tedio perpetuo. Las miradas de los invitados estaban fijas y su parpadeo era cada vez más lento y pesado. La niebla descendía con el sonido de la voz y el parpadeo en un compás perfecto. Nadie se veía extrañado, nadie se movía.

Todos parecían felices en esa música inconsciente que hacía descender la niebla.  El novio respiraba con dificultad, un calor sofocante comenzaba a emerger del suelo. Nadie decía nada. El párroco comenzaba a hablar más lento aún, como si llegara a la parte más enrevesada del tejido, de la manta de niebla que estaba descendiendo y ya los consumía a todos. 

El novio dejó de parpadear, sacudió su cabeza, miró al párroco. Un sonido desafinado, como de una cuerda de guitarra que se rompe, salió de la garganta del eclesiástico. La melodía se interrumpió. Alrededor ya todo era blanco, todo estaba cubierto de un almidón denso, azucarado, dulce, embriagante. Ahora solo había un silencio blanquecino y ensordecedor. Los invitados permanecían en sus sillas, con sus cuerpos inmóviles y en sus rostros una mueca ahogada que se estiraba.  La niebla asentada en el suelo, les oprimía el pecho con todo su peso, se enrollaba en sus cuellos, se apretaba.

El novio intentó correr, pero se sintió de pronto muy leve, ligero. Sintió que perdía su peso, que comenzaba a evaporarse y se mezclaba en la niebla. Como pudo, extendió los brazos a la niebla para alcanzar a su novia. No quería perderla. La chica permanecía inmóvil como el resto. El novio la tomó por los hombros, pero sus dedos comenzaron a alargarse, se enredaban en el cuello de ella, la oprimían. En su rostro se dibujó el gesto de los demás, más tenso que el de los otros, con los ojos más abiertos, a punto de salir de sus cuencas. Él quiso gritar, no veía nada. En vez de voz, sonaron en su boca muchas cuerdas tensadas reventándose, sangre comenzó a manar de su garganta. Quiso soltar a la chica, pero su cuerpo era ahora un vapor difuso que se extendía por la sala. Todo había terminado. La boda se canceló. Era 9 de junio, los titulares en el periódico anunciaban la muerte de Charles Dickens. Fue un accidente cerebrovascular. 

miércoles, 25 de enero de 2012

Marginal

¿Y si nos encontramos en el lavabo de los cafetines?
¿Qué tal si detenemos el ascensor pequeño y tablado?
Tal vez adivinarte entre la turba enrarecida:
descubrirte colorido y sonriente en la distancia
y caminar, uno, dos, tres pasos,
los que sean necesarios,
para podernos inclinar hacia el amor indiscreto
de parques, restaurantes y callejas...

Otra vez en la oscuridad,
imaginándote una, dos, tres veces,
las que sean necesarias,
para soportar el patetismo de mis noches
sin tí...

El Quilt

Una inconformidad insaciable.Una desesperación interior en crescendo. Nunca había dado a nadie un retrato tan detallado de mí. Nunca había permitido que vieran todo el panorama.

En silencio siempre, mostraba una esquina de mí, un pedacito de piel, una sección del papel, un color, un humor, unas cuantas palabras muy medidas.

No sé qué me pasó. ¿En qué estaba pensando? ¿Buscaba acaso comprensión, imitación, maravilla? No, eso no. No fue voluntario. Una punta delgada y suave de mí se asomó y antes de que pudiera volver a ocultarla, alguien tiró de ella y expuso toda la colcha de retazos. Con sus imperfecciones, sus símbolos y su rusticidad, con sus inacabados, sus detalles y sus complicaciones.

Alguien vio todo el panorama. Y ahora no puedo volver a salir de mí sin temor. Ahora tendré que exponer esquinas resbalosas, ambiguas, llenas de espuma y jabón para que no puedan ser atrapadas, para que nadie vuelva a halar de ellas y me vea. No quiero que me vean y entiendan todo lo que yo no quiero entender. Ni siquiera yo tuve alguna vez todo el panorama. Por eso tengo vacíos y pienso de mí cosas que imagino y creo saber. Cuando no tienes todo el conocimiento, debes crearlo. Así que yo cree la parte de mí que no veo. 

Pero ese alguien, ese ser impetuoso e imprudente que tiró de mi esquina me expuso ante sí, y yo solo cerré los ojos y esperé no verme, esperé a que pudiera recoger todo lo que había dicho y esconderlo tras de mí de nuevo. Esperé y me oculté de nuevo, pero esta vez más atrás y con más temor. Tenía que hacerle espacio ahora a ese alguien que me había visto. Lo puse en la parte de atrás, la que yo no conocía, para que me dejara en paz. Para que no me contara lo que había visto. No hay nada peor que cuando te dicen que lo que has imaginado,que  todo lo que habías creado para llenar esos espacios en blanco es una gran mentira y no existe. Por eso lo puse atrás y yo di unos cuantos pasos hacia él y me quedé allí, conocí un poco más de mí y me desengañé de algunas cosas, pero no llegué hasta él. Su zona es peligrosa, es la más desconocida. 

Y ahora estamos juntos en la parte de atrás de mí. Él más atrás que yo, más adentro de mí.  Yo más temerosa y más afuera, más aferrada a lo que conozco y a lo que imagino, más reacia y con más negación. Él más sonriente y cuidadoso, sabe que ahora tiene el control. Y mientras tanto, mientras pasa el tiempo y él se olvida de lo visto...mientras se va de mí y me desaloja, yo sigo tejiendo retazos para mi quilt, para la parte conocida, la que yo veo. Sigo imaginando lo que hay allá atrás y lo que él está haciendo mientras lo ignoro. Y mientras tanto, sigo enjabonando las esquinas y engrasando los hilos, para que nadie se acerque de nuevo y quizá no tire ya de la esquina sino del hilo suelto y entonces estaría en verdaderos problemas. Y mientras tanto sigo aquí adentro, temiendo del eco de mis suspiros y del resonar de mis pasos en la tela.