lunes, 30 de abril de 2012

Metamorfosis

De pronto despierto y están todos volando en un carnaval celeste. Me siento, erguida en el sofá, y veo sus cabezas etruscas balancearse a mi alrededor. Me miran y se burlan. Juguetean y comienzan a envolverme en sus terciopelos y sus sedas brillantes. Tejen un capullo y yo los miro absorta. Estoy erguida en el sofá con las rodillas contra el pecho y el olor argente comienza a asfixiarme. Ellos juegan con sus trajes de retazo que se deshacen en hilos que se tejen en sedas que se enredan en terciopelo y me envuelven. Como en una retahíla sin final, ellos danzan a mi alrededor y yo apenas acabo de despertar. 

Dan vueltas y me arrullan y no puedo moverme y los colores se enroscan como delgados gusanos buscando su centro. Ellos ríen y cantan con sus pies una danza y me miran con tristeza y siguen tejiendo. Ellos danzan y son tan hermosos que no les digo nada, pero el tejido está apretado y casi no puedo respirar. De pronto detienen la danza y comienzan a girar, una fuerza centripeta los atrae hacia mí. El tejido se aprieta y trato de hablar pero mi garganta está inmóvil y mi pecho no puede expandirse para respirar. Las cosas comienzan a perder forma y solo veo círculos que se acercan y se alejan, que atrapan mi cabeza y me golpean. Nada se ve ya y el color sube a mi cabeza, y con el color la presión y con la presión el dolor, el dolor de tenerlo todo adentro y no poder estallar.

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