martes, 1 de mayo de 2012

¡Levad anclas!


No quiero despertar mañana viendo cómo todo se fue. Viendo al marinero que me besó, partir. No quiero abrir los ojos y ver que te fuiste con el tiempo y mi ligereza, con mi liviandad absurda y pesada. No quiero despertar mañana y ver que todo está ahí y me requiere. No quiero amanecer y ser la otra, la que he evitado por tanto tiempo, desde que nací. No quiero despertar y darme cuenta. Si está ahí, por favor no me lo digas. Si soy ella y todos me requieren y tengo el peso de la vida y de las voces, por favor no me lo hagas saber. 

No quiero despertar y estar consciente y saber que estoy consciente. Por favor, si alguna vez estoy consciente, ocúltalo hasta más no poder, hasta que mi cuerpo se haga demasiado pesado para sostenerlo y debas dejarme caer. No quiero despertar mañana y saber que ya años me preceden, que mis días anteriores son demasiados para contarlos, que los meses ya pasan la decena y que mis horas se han vuelto arena en mi cuerpo. No quiero despertar y ver como me ven, no quiero ver esas pupilas que se esconden de mi risa alegórica e iridiscente. Quiero ser inasible. No quiero despertar y sonreír hacia la hendidura vacía que dejó tu peso. No quiero despertar y darme cuenta de que se ha ido, de que era un marinero más.

El tiempo es un marinero más, de los que besan y se van. Y traté de asirlo pero se fue. Desperté y ya no estaba ahí. Desperté y me lamenté al ver el lecho vacío, porque dije que iba a esperar, que lo tendría a mi lado un poco más. Pero me había besado ya. Odio el amor de los marineros que besan y se van. Odio el tiempo que me pesa y se va. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario