lunes, 27 de agosto de 2012

Monólogo transparente

No soy ninguna de ellas. No soy oliva, ni cardamomo. Tampoco vainilla espesa y aromática.

Soy dos gotas de agua en un vaso lleno. Deslizándose. Arrastrándose pesadamente hacia la vastedad inerte. Pero no llegan.

La gravedad las atrae, las obliga. Pero no caen. No acaban nunca de caer.

No soy lavanda ni azafrán. Soy dos gotas de agua que se arrastran pesadamente. Soy dos gotas que no llegarán a ser agua y morirán bajo el sol de medio día, en el borde de un vaso informe, intentando caer.
A MEDIAS

A Alejandro


¿Qué hacer con esta noche a medias?

Adusta noche
con sus autos y sus vuelos
Alegre noche y descolgada
por las luces de la ciudad,
lejanas y festivas

Noche de sombras engañosas

sábado, 25 de agosto de 2012

...





Él


"Matamos lo que amamos. Lo demás no ha estado vivo nunca"
R. C.


La vida es una danza. El bailarín sigue la ruta de la música: la escucha e interpreta. Se lanza a la cabriola: se mueve a un ritmo propio, con gestos únicos, con expresiones irrepetibles. Siempre, sin apartarse de la melodía entonada.

Mi danza, la mía, nunca fue notoria: mas bien fue torpe y silenciosa, seca, pero palpitante en el fondo, como si se tratara de una correría de ratas cuchicheantes en las cañerías oxidadas de una vieja mansión, abandonada. Mi danza es la marcha del roedor en el destierro. Así, tal cual: sólo yo y mi baile. Yo, que siempre danzo sola.

El baile solitario, no obstante, suele ser triste, por lúgubre y vacío. La alegría de la danza nunca halla consecuencia en el zapateo ermitaño. Sí, en cambio, en el bailoteo feliz de las parejas, que prometen un contacto afable con el otro, que es el mundo. La danza solitaria es innegablemente bella, ceremoniosa como el encierro de un misterio, pero desoladora. Es el paso sordo del expatriado, que nadie oye, que nadie sigue, mas que la propia e impredecible sombra, que podría, de repente, aprestarse a huir.

Él fue mi porvenir. Lo conocí bailando, y así también lo despaché. Recuerdo que se acercó con paso intempestivo, aunque calmo: soñador y paciente. Le seguí con premura cándida un buen rato. Prometimos bailar la noche siguiente.

Un nuevo día y un temor nuevo. Él danzó, incitante. Temblé. Tuve miedo. Temí tropezar irremediablemente y arruinar, desmañada, el acto. Me alejé de él, retornando a mi viejo baile de salón sombrío y chirreante. La rata volvío a su nido. A roer su miseria.  

Él fue mi porvenir. Fue, digo, porque entre una infinidad demente de bailarines revoloteando diariamente en la desmedida pista de baile, me será imposible encontrarlo de nuevo. Sin embargo, permanezco, aguardo, con absurda esperanza, optimista. 

Soy la danzarina solitaria. Soy la rata que espera, vehemente, que la luna sea un queso gigante.


martes, 14 de agosto de 2012

Estreno

La putita nueva en su primer día de trabajo. Ansiosa, temerosa, torpe, espera a los clientes. Más bien, al cliente indicado. La tarifa no se ha convenido, pero ha de ser alta. Hoy se estrena.

Un hombre amable se detiene a su lado: charla con ella y resulta amable. Es el indicado, se dice ella, confiada. Súbitamente, el hombre la mira con detenimiento, niega con la cabeza, algo lastimero y toma del brazo a una puta experimentada. Se alejan.


***

Por la calleja oscura bajan tres hombres resplandecientes, cada uno con brillo propio. La interceptan: quieren acostarse con ella, pero no todos. Debe escoger a uno de ellos.

La putita queda confundida: el trío entero le encanta. El primero tiene un aire experto y solitario, una voz extraña, pero química. El segundo parece distraido, se mueve vago entre la noche, pero parece equilibrado y amoroso. El tercero tiene un gesto superior en el rostro, casi empalagoso, pero atrayente. La putita es inocente, por más puta que sea, así que se detiene a pensarlo. No se aventura a cantar un nombre, no se decide. Ellos aguardan impacientes. Ella cierra los ojos y medita, medita, medita.


***

Cuando por fin se resuelve por alguno, abre los ojos. La putita lloriquea. No hay nadie a su alrededor, excepto un hombre sucio y repugnante que se aproxima a ella. Sin remedio: es la última opción de la noche.

domingo, 12 de agosto de 2012



LA EPIDEMIA DE LO FANTÁSTICO


 A un poeta inspirador


La enfermadad mayor del hombre actual no es la esperanza, sino la fe. Yo también la sufro. Tenemos el complejo del jugador de azar inexperto, que prueba mil veces suerte en una ruleta sin fortuna. La del ingenuo menesteroso que recurre a lo imposible e ilógico, buscando algo de paz. La del religioso... la del religioso, que no amerita explicación. La esperanza aguarda en el límite de la posibilidad. La fe trasciende la linea del absurdo. Pedirle al hombre que transite en vías rectas y plausibles es una súplica vana. Yo no la quiero oir. ¿Quién quiere hacerlo?. Cuando el camino supone incertidumbres solas, no nos queda más, a nosotros, seres deleznables y desolados, que el apego infantil a las faldas de la incoherencia, el disparatado abrazo de la suposición, y la loca epidemia de lo fantástico.