sábado, 25 de junio de 2011

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Huele a metal:
es el olor oficial, el patrón existencial,
la esencia turbia de todos los tiempos,
atravesando generaciones.

El alma es insolente, la carne no.
Ciertamente la rebeldía común, la diferencia,
no tiene boca.
La razón implica rechazo, abandono...
El aire es pesado, casi nadie lo nota.

Huele a metal.

jueves, 16 de junio de 2011

Vamos al sótano de una casa en Venecia

Vamos a escondernos ustedes y yo y mis palabras. Nos iremos, decididamente,  a navegar en el sótano de una casa en Venecia. Vamos a desenterrar naufragios y a buscar tesoros. Nos iremos hasta que algo vuelva a su lugar, tal vez la voluntad. Adiós. Adiós.

martes, 14 de junio de 2011

LA DECISIÓN

Empuñe el cuchillo como siempre, como en las mañanas monótonas en que abría en dos partes irregulares el pan -era curioso: la parte de arriba siempre era la más grande, la de abajo era una tajada demasiado miserable- y lo llenaba con mermelada color rojo sangre. Pero la intención era diferente.
Lo agarré por el mango con firmeza y lo oculté en el bolsillo de la chaqueta, el imbécil seguía esperando en la puerta, en su puerta -pues esta es su casa, no mía, y aquí rige su voluntad, para desgracia de todos- y entonces abrí el portón con la mano que me quedaba libre -¿libre? la otra mano parecía más autónoma- e inmediatamente le asesté una puñalada gloriosa en el estómago (ya había pensado dónde, en un lugar sin huesos me dije, un corte pertinente para la carne de cerdo) la primera del día, pues a aquella siguieron cerca de 30 más, no sé cuantas con certeza, el propósito no era cortar por que sí, la intención era desangrar, devolverle el favor.
La verdad, lector, no ocurrió así, esta es la realidad, no un cuento de hadas. Lo cierto es que le abrí la puerta, lo deje pasar, fuí incapaz de moverme, de actuar y solte el cuchillo dentro de mi chaqueta, resignada. Pidió algo de beber y de comer también, y no pude negarme, le serví un vaso de agua del grifo-no tenía mucho que ofrecerle- y preparé un pan con mermelada, abriendolo con el cuchillo guardado celosamente en la chaqueta, tal como solía hacerlo siempre.

viernes, 3 de junio de 2011

Crisis

No a la desigualdad -dije, pero caí en el error y me "corregí"- No a mi desentronización.
Dije no a la pobreza, cuando mis brazos se extienden y se cierran en si mismos, contradictoria.
Digo no a la tristeza, que me hace feliz a la otra orilla...
Diré sí al socialismo, pero al diablo con él.

Digo, que no puedo decir nada, sin desdecirme:
Digo que la palabra no es "la".