domingo, 28 de abril de 2013

Adlung

Me ganabas. Una y otra vez me ganabas.
No tenía sentido que dijera algo.
Quedaba anonadada.
Nimiedades que soy.

Me siento indefensa.
El calor de tus pasos destila mis armas.
Una gota. BAM. TUC. Pierdo mi armadura.

ROAR -mus, lic- TURR
Te describo.
Te enredo.
La armadura.

Ya no está y tiemblo
en tus brazos de sedas,
de gusanos que tejen.

Tiemblo suavemente. Me enredas.
Soy capullo -tlad-.



sábado, 27 de abril de 2013

¿Por qué pasa esto?


Noche de luna llena.

La cerilla trémula muere ante el cirio redivivo.

Tengo los ojos muy abiertos.

Un gusano asqueroso me absorbe el alma, segundo tras segundo.

Acerco la mano al fuego. La mano aguarda queda sobre la flama.

Trato de combatir dolor con dolor. Veremos qué se anula.

Veremos si se simplifica.






lunes, 22 de abril de 2013

Tus dedos

Primero un par de segundos y luego dos minutos, siete y de pronto dieciocho.
Danzaban  ingenuos los horarios aquellos.
Danzaban frente a mí. Yo los ignoraba.
Danzaban tan fuertes y tan densos.
Danzaban sin yo verlos.

Los dedos se movían ingentes en mi cara.
Sha la la. Sha la la -me gritaban.
Todos trataban de hacerme volver.

El párpado abismal no terminaba de cerrarse.
Los poros atrapaban, expectantes, el polvo.

No quería salir de donde estaba.
Sigue, querida. Sigue en la lentitud. Es crecimiento.
Sigue embelesada en la aspereza del viento.

Sus ásperas caricias te propina apasionado.
Sigue, sigue lenta y escuchándolo.
Sha la la. Sha la la.
El viento.
Diez
y
lue
go
o
c
h
o.



sábado, 13 de abril de 2013

Movimiento lunar

¡Date la vuelta y mira!- me dicen intransigentes mientras señalan con sus dedos argentes de decisión.
Es todo lo que he construido. Está allí impávido, expuesto, desnudo y en su desnudez cubierto de ignominia.  

¡Date la vuelta, mira y mira bien de cerca!- se abalanzan diciendo, mientras me agarran del cabello y acercan mis ojos al monumento. Yo lo tengo todo ante mí. El monumento está frío, serio, magnánimo y terrible ante mí. Debo verlo-me digo. Debo verlo o me harán tocarlo y entonces... yo no quería salir herida, ya lo estaba pero no quería marcas, cicatrices. No quería. 

-Míralo hasta que te canses y te ardan los ojos y sientas que se consumen. Será suficiente con eso- repetían una y otra vez mientras sostenían mi cabeza a milímetros del monumento. Quise cerrar los ojos, pero mis pestañas podrían rozar el borde. Debía verlo. Había sido mío: tibio, casi cálido, casi amable, casi blando cuando salió de mis manos. Ya no era nada de eso. Estaba fuera de mí. No me ardieron los ojos, me ardieron las entrañas. Un gemido rozó mis pupilas cansadas.  No emití sonido. 

Ellos me soltaron asustados. Caí al suelo. El pavimento estaba tibio... como si me recibiera, como si me abrazara de pronto en su tibieza. El monumento trataba de alcanzarme, inmutable sobre el pedestal. Yo seguí tendida, aferrada al suelo que me había recibido, que me cubría de un apasionado calor tibio. Ya se habían ido. Me dejaron tendida... no tenía marcas y eso era suficiente. No lo toqué- me dije una y otra vez. No lo toqué. 

miércoles, 10 de abril de 2013

Caleidoscopio

Yo la recogía, a ella, a esa cabeza que estaba por ahí, regada. ¡Pobrecilla! Recogía sus pedacitos y sus cabellos: los que había dejado en la plaza y en la biblioteca, los que estaban debajo de la silla y en los árboles. La recogía para que volviera a ser una. Pero cuanto más recogía, más se deshacía.

 Ya casi no quedaba nada de ella y yo seguía recogiendo. Y los pedacitos se volvían gotas y las gotas caían al mar y yo las buscaba y las recogía. Y ponía todo en un canasto y el canasto se deshacía... El mar tenía conchas y las conchas volvían a ser pedazos de aquella cabeza. Y el canasto tenía huecos. Tres, cuatro, seis. Y sus huecos eran también trozos de la cabeza. Y todo se deshacía...

Guardé todo en mi bolsillo: los pedazos y los cabellos, las conchas y la canasta... Reconstruí la cabeza. Nunca más se deshizo. Jamás volvió a ser cabeza.