sábado, 13 de abril de 2013

Movimiento lunar

¡Date la vuelta y mira!- me dicen intransigentes mientras señalan con sus dedos argentes de decisión.
Es todo lo que he construido. Está allí impávido, expuesto, desnudo y en su desnudez cubierto de ignominia.  

¡Date la vuelta, mira y mira bien de cerca!- se abalanzan diciendo, mientras me agarran del cabello y acercan mis ojos al monumento. Yo lo tengo todo ante mí. El monumento está frío, serio, magnánimo y terrible ante mí. Debo verlo-me digo. Debo verlo o me harán tocarlo y entonces... yo no quería salir herida, ya lo estaba pero no quería marcas, cicatrices. No quería. 

-Míralo hasta que te canses y te ardan los ojos y sientas que se consumen. Será suficiente con eso- repetían una y otra vez mientras sostenían mi cabeza a milímetros del monumento. Quise cerrar los ojos, pero mis pestañas podrían rozar el borde. Debía verlo. Había sido mío: tibio, casi cálido, casi amable, casi blando cuando salió de mis manos. Ya no era nada de eso. Estaba fuera de mí. No me ardieron los ojos, me ardieron las entrañas. Un gemido rozó mis pupilas cansadas.  No emití sonido. 

Ellos me soltaron asustados. Caí al suelo. El pavimento estaba tibio... como si me recibiera, como si me abrazara de pronto en su tibieza. El monumento trataba de alcanzarme, inmutable sobre el pedestal. Yo seguí tendida, aferrada al suelo que me había recibido, que me cubría de un apasionado calor tibio. Ya se habían ido. Me dejaron tendida... no tenía marcas y eso era suficiente. No lo toqué- me dije una y otra vez. No lo toqué. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario