La promesa dorada y secreta
alojada en el cristal parduzco
Semeja una corona.
A veces,
la extraña alhaja de una mujer.
El cerrojo se resiste bajo tus uñas descuidadas.
Termina, después, cediendo a la presión.
Más allá de todo, de esto,
se asoman, tras el espanto,
pequeñas y azules cabezas,
como lluvia detenida,
Esperan tu provecho,
y con algo de suerte,
tu descuido.