lunes, 29 de julio de 2013

Conciliación

Todos se han ido.Vuelve a estar sola en medio de la noche, en medio de su cama, metida entre las sábanas. Siente que se está congelando viva, por primera vez en mucho tiempo deseó un cuerpo: deseó un brazo y un rostro. Las cosas han sucedido con la mayor desenvoltura, con la rapidez y naturalidad que ahuyentan el peligro y lo llevan implícito.

Hace unos meses caminaban con desenfado bajo la luna, miraban las estrellas y reían diciendo absurdos, irrelevancias, cortesías mientras llegaban a la casa de ella. Las cosas sucedían con ligereza, como suceden los accidentes y las sorpresas y las cosas trascendentes de la vida, con ingenuidad. Ninguno de los dos pensaba en ese momento como el primero del resto de sus vidas; la cotidianidad los había arrastrado por días y noches que no llegaban a aprehender. Una hora más, una menos y todo pasa- se decían indiferentes.

Las cosas se han puesto gélidas- piensa mientras tirita y se retuerce en su cama. El iceberg está frente a ella y el viento la golpea con fuerza. Esta vez no quiere equivocarse, esta vez quiere decir si. Se anunciaba entonces un sí entusiasta, uno que retumbara y cambiara su forma de pensar. Aún le dolían las piernas... aún quería sentarse en ese café barato y esperarlo durante horas, hasta ver su rostro cansado, vetusto, casi polvoriento acercándose y rejuveneciéndose al ponerse bajo la luz de la lámpara. Todo se había hecho diferente dentro de ella, el exterior había quedado inerte, ellos seguían caminando y trabajando y riendo como antes, pero algo se había roto... por eso no se dio cuenta de lo que hacía y por eso quería seguir esperándolo... Los tiempos ya no estaban para esas cosas.

Siempre había tenido un pensamiento disforme, creaba más rápido de lo que podía hablar así que debía quedarse con la mitad adentro y la nostalgia de lo que callaba. A veces era mejor así y se felicitaba por su prudencia; a veces lograba unir el ritmo de su pensamiento al de su voz, pero entonces se sentía cansada y nimia. Prefería hablar lento. Lo malo con él fue que no se contuvo, pasó la mayor parte de sus conversaciones con el habla acelerada y febril, con la lengua rauda y los dientes presurosos a mostrarse. Pasó la mayor parte del tiempo siendo gentil.

Tuvo que levantarse y ponerse un saco de lana, y una bata rosada, un par de medias y unos guantes o no iba a poder dormir. El frío ya era doloroso. Recordó esa mañana y esa tarde: la mirada tímida, el saludo fatuo de él... pensó que quizá debía haber mentido para resguardarlo de sus aspiraciones tontas. Luego vinieron los cambios de opinión y lo recurrente de su nombre en todo el fin de semana. Se preguntaba por el grado de azar en todo esto. Ahora se lo pregunta con frecuencia. Su sentido de destino se ha debilitado, ahora cree en intenciones... las intuiciones le producen náuseas, hacen que aumente su sensación de futilidad.

Su conciencia se debilita. Comienza a imaginar todo con mayor nitidez y realismo, se está quedando dormida. Se ve caminando por una playa que nunca ha visitado, siente que a lo lejos alguien la persigue y la busca, se alegra y comienza a correr... lleva el vestido de seda delgada, de florecillas geométricas que parecen pinceladas impresionistas desde lejos... se ciñe a su cintura y cae como una flor puesta hacia abajo sobre su cadera, sus piernas son los pistilos, su torso el tallo... mientras corre, siente que el vestido se ha deshecho y el viento golpea con fuerza su piel, la acaricia con rudeza, la despierta y la hace sentir viva... se siente más real que cuando está completamente despierta. Se detiene frente a una gran roca y siente caer de nuevo el vestido sobre su cuerpo, está agitada y feliz; vuelve a correr, ahora alrededor de la roca, con todas sus fuerzas; nada fuera de sí se distingue ya; se siente atraída y libre. Abraza la roca, cierra los ojos, respira hondo. Por fin, ha conciliado el sueño. 

viernes, 26 de julio de 2013

Desideratas

-
Hay algo que se siente como una necesidad.
La contradicción es por demás natural y deseable.
*
En todos hay miedo.
Buscan con lujuria la coherencia.
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Haz hecho despreciable todo cuanto tenía.
La cara húmeda, las palmas tiznadas.
***
Recojo cada uno de tus monumentos.
Me siento a reconstruirlos, luego los admiro.
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Mi voz se va perdiendo en tu silencio.
Tu cabello está bermejo y desvaído.
*****
Olvido cómo decir fruta y avión y pez
Ya nadie susurra. Ni siquiera proclaman.
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Recoge las frutillas y las nueces.
Hazme alérgica a ellas.
*******
Mejor tus pasos en un cofrecito acre.
Mis pies en tu armario viejo.
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Mejor mis horas en tus sandalias.
Tus besos en el ático.
*********
El sol pasa vacío, taciturno.
Los ojos se hacen lerdos y viscosos.
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Nadie verá morir este deseo.
Los años transitan y descuellan.
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jueves, 25 de julio de 2013

Horas de julio

Horas de julio,

Cadáveres que te interrogan los viernes de juerga.
Alucinadas respuestas los lunes en la mañana.


viernes, 19 de julio de 2013

En la duna....

Podrás decir luego que mi imaginación fue cercenada.
Lo figuro y lo explicito. Lo descompongo.

Sigo acariciando tu cuerpo cromado y brillante.
Tus ojos, de espirales grises, me siguen profundos.

La caja está en su lugar y los ojos están cerrados.
Unos van y otros vienen. Es un hormiguero.

Pasitos pequeños, callados, me rodean, me recorren.
Caminen más despacio, por favor. Me da picazón.

Un camino sube hasta mi garganta y otro baja por el brazo.
Me río. Tengo cosquillas. Es hora de dormir.

Me levanto y tomo una ducha.
Todo resbala, sifón abajo, en espiral.

Tu cuerpo cromado sigue tenso y liso.
Lo acaricio de nuevo. Me recuesto y duermo.

La lluvia cae en forma de hormigas.
La noche se tiende como un manto.

martes, 16 de julio de 2013

El huésped


Tú no lo sabes... mas yo he soñado
entre mis sueños color de armiño,
horas de dicha con tus amores
besos ardientes, quedos suspiros

J.A.S.


Estos episodios seguirán sucediendo y ya no sé qué más decirte. ¿Cómo seguir escondiendo estas marejadas de ilusiones y deseos que de súbito me atacan? Se me viene a veces toda tu vida de golpe. Sé todo lo que eres y quién no quieres ser; y te veo mientras te cepillas los dientes y el cabello; y mientras escoges un libro y mientras compras un dulce por la calle. Te me vienes de pronto como una avalancha sin rumbo, en una explanada, que se expande y me habita. Llegas tú, tu familia, tus deseos, tus obsesiones. Me invaden. Tu inconsciente comienza a susurrarme al oído todas esas cosas que crees pasado y yo no sé qué hacer ya con todo esto dentro. Con todo tú adentro de mí. 

Me expulsé de mí hace mucho tiempo. Cuando me cansé de conocerme. Ahora me habitas tú y yo trato de volver a estar sola. Pero entonces tu madre dice: -Es tan buen muchacho. Y luego tu maestra de primer grado me advierte: -Nadie colorea como él. Y yo digo: -Debe irse. Pero entonces, te veo tiritar de frío envuelto entre sábanas que tienen bordado mi nombre y me doy cuenta de que te has ido otra vez. Estás sólo en una casa verde, bellamente amoblada y grande. Sobre todo grande. Estás yerto y sonríes con infamia. Te burlas porque te me has escapado de nuevo, porque no logré sacarte de mí y vas a volver a habitarme. Y hablas de todo esto como si fuera constructivo, como si mi vida estuviera en un plano lineal ascendente y no en una espiral retorcida y estrecha que se roza a cada tanto y me provoca desmayos. 

Ahora trato de andar preparada. Te hago un escenario y le pongo rostro a tus colegas. Le pongo caminos a tus pies de niño que van hacia la escuela y diseño edificios en los que escuchas cátedras. Me he vuelto arquitecta e ingeniera, escenógrafa y novelista. Describo con precisión sinestésica la trayectoria de tus pensamientos y determino con exactitud la próxima palabra que dirás. -Me has encarcelado- dirías con orgullo y malicia, con la mirada fija en algún punto cuerdo de mi rostro. Pero esto es sólo la preparación. Un día llegarás a habitarme y ya no tendré espacio de nuevo. Estarás apretujado y cansado. No seré un pensamiento lo suficientemente grande como para albergarte y tendrás que devolver la llave. A regañadientes como cuando eras pequeño y debías devolver un dulce que no podrías comprar. Con el deseo, la melancolía y la certeza de algún día, todos volveremos a poner las llaves en su sitio y el botones recibirá nuestras maletas. Tú irás rumbo al aeropuerto, yo iré hacia el mar. Besaré un marinero y robaré su barca. Remaré sin rumbo esperando encontrar mi cuerpo deshabitado que camina en las aguas.