martes, 16 de julio de 2013

El huésped


Tú no lo sabes... mas yo he soñado
entre mis sueños color de armiño,
horas de dicha con tus amores
besos ardientes, quedos suspiros

J.A.S.


Estos episodios seguirán sucediendo y ya no sé qué más decirte. ¿Cómo seguir escondiendo estas marejadas de ilusiones y deseos que de súbito me atacan? Se me viene a veces toda tu vida de golpe. Sé todo lo que eres y quién no quieres ser; y te veo mientras te cepillas los dientes y el cabello; y mientras escoges un libro y mientras compras un dulce por la calle. Te me vienes de pronto como una avalancha sin rumbo, en una explanada, que se expande y me habita. Llegas tú, tu familia, tus deseos, tus obsesiones. Me invaden. Tu inconsciente comienza a susurrarme al oído todas esas cosas que crees pasado y yo no sé qué hacer ya con todo esto dentro. Con todo tú adentro de mí. 

Me expulsé de mí hace mucho tiempo. Cuando me cansé de conocerme. Ahora me habitas tú y yo trato de volver a estar sola. Pero entonces tu madre dice: -Es tan buen muchacho. Y luego tu maestra de primer grado me advierte: -Nadie colorea como él. Y yo digo: -Debe irse. Pero entonces, te veo tiritar de frío envuelto entre sábanas que tienen bordado mi nombre y me doy cuenta de que te has ido otra vez. Estás sólo en una casa verde, bellamente amoblada y grande. Sobre todo grande. Estás yerto y sonríes con infamia. Te burlas porque te me has escapado de nuevo, porque no logré sacarte de mí y vas a volver a habitarme. Y hablas de todo esto como si fuera constructivo, como si mi vida estuviera en un plano lineal ascendente y no en una espiral retorcida y estrecha que se roza a cada tanto y me provoca desmayos. 

Ahora trato de andar preparada. Te hago un escenario y le pongo rostro a tus colegas. Le pongo caminos a tus pies de niño que van hacia la escuela y diseño edificios en los que escuchas cátedras. Me he vuelto arquitecta e ingeniera, escenógrafa y novelista. Describo con precisión sinestésica la trayectoria de tus pensamientos y determino con exactitud la próxima palabra que dirás. -Me has encarcelado- dirías con orgullo y malicia, con la mirada fija en algún punto cuerdo de mi rostro. Pero esto es sólo la preparación. Un día llegarás a habitarme y ya no tendré espacio de nuevo. Estarás apretujado y cansado. No seré un pensamiento lo suficientemente grande como para albergarte y tendrás que devolver la llave. A regañadientes como cuando eras pequeño y debías devolver un dulce que no podrías comprar. Con el deseo, la melancolía y la certeza de algún día, todos volveremos a poner las llaves en su sitio y el botones recibirá nuestras maletas. Tú irás rumbo al aeropuerto, yo iré hacia el mar. Besaré un marinero y robaré su barca. Remaré sin rumbo esperando encontrar mi cuerpo deshabitado que camina en las aguas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario