Un verso se desliza entre mis dedos. Se regenera y se divide. Un verso se desliza entre mis dedos. Estoy sentada y lo veo caer sobre mis piernas.
Un verso se expande en mis piernas. Las abraza y se desliza. Estoy de pie y el verso cae.
Un verso se arrastra por el suelo. Me llama y yo me resisto. Lo veo contornearse. Me llama pero sigo de pie.
Un verso me llama desde el suelo. Soy débil. No resisto y caigo sobre él. Ahora miro el cielo. La noche se expande y me envuelve.
Un verso se ha callado. No se mueve. Cierro los ojos y trato de escucharlo de nuevo. Trato de sentir que aún me llama. Nadie musita nada. Miro mis manos. Mis dedos están manchados y mis piernas rociadas con tinta.
Es el verso. Veo sus restos en mi cuerpo. Se ha callado. El verso me llamó a su fin. Lo ahogué con mi peso. Ha callado.
Cuando me levante tendré su tinta en mi espalda, goteando, deslizándose columna abajo. Se quedará allí. Sin vida. Y yo no podré verlo. No podré limpiar los restos de mi espalda porque no los veré. Y seguirá allí, en un silencio inerte y sin vida. El verso me llamó a su fin...y yo le obedecí.
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