¿Qué tal si detenemos el ascensor pequeño y tablado?
Tal vez adivinarte entre la turba enrarecida:
descubrirte colorido y sonriente en la distancia
y caminar, uno, dos, tres pasos,
los que sean necesarios,
para podernos inclinar hacia el amor indiscreto
de parques, restaurantes y callejas...
Otra vez en la oscuridad,
imaginándote una, dos, tres veces,
las que sean necesarias,
para soportar el patetismo de mis noches
sin tí...
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