Lo intenté y fracasé. No lo entendía. Alineé cada palabra formando un relato recto y detallado...busqué la uniformidad. Todo se vino abajo.
El otro día entré en un templo. Era todo de ladrillo. Lo observé una y otra vez mientras el predicador vociferaba como a través de una sordina. Yo oía otras voces: eran los ladrillos dispuestos en forma escalonada aunque sorpresiva, tan disparmente similares, tan similarmente dispares, los que me hablaban.
-¡Deformidad!- gritaban, -¡Ruptura! -gritaban, -¡Quiebre!- gritaban.
Entonces, se reveló a mis ojos, la ley universal de la construcción.
Me propuse escribir una historia. Pero, no cualquier historia. Debía ser una historia temporalmente realista.
Lo intenté y lo sigo intentando. Lo entendí. No alineé ninguna palabra. Sólo se me ocurrió escribir una historia sobre ladrillos. Aún espero que funcione.
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