Dios, por supuesto, llovió toda la mañana, inundó por la tarde, y tronó en las tinieblas. Armó, lo que se dice, "una tormenta en un vaso de agua".
Onán tan tranquilo: "Pataletas, ya se le pasará"
Qué despropósito, Señor, si ya no crecen espígas en esta tierra baldía.
Soy partidario de la dicha inocua.
Mi mayor pecado, y por ello, mi mayor bien, fue conocer el amor en agua turbias y blanquecinas, más allá del azogue, en mis propias manos.
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