jueves, 23 de febrero de 2012

Sinfonía marina

Ella estaba cansada. El dolor, ese que le hacía sentir su existencia con mayor intensidad, ahora le estaba horadando las entrañas. Vivía sola. Sólo él la visitaba regularmente. Ella lo esperaba en silencio y en silencio lo despedía. Pero era ese silencio el que se llevaba sus pensamientos, el que la dejaba vacía, la hacía flotar sobre el tormento en que se había sumergido años atrás. Cuando él se iba, volvía el bullicio, la multitud, el ruido de la gente, los carros, la ciudad que la arrastraba, le pesaba y la hundía.

El flotar era momentáneo y el hundirse constante. Emerger era cada vez más difícil. Él lo notaba. El silencio comenzaba a deslizarse, escapaba como un líquido viscoso y lento por debajo de la puerta. Un día, él se cansó de esperar el emerger total de ella y rompió el silencio. Abrió su boca y en un movimiento rápido y repentino, antes de que ella pudiera reaccionar y meter en su boca las naranjas cortadas que tenía para emergencias, él dijo la palabra, dijo su nombre, la llamó. Ella lanzó un grito silencioso. Sus oídos se taparon definitivamente, sus pupilas comenzaron a girar con desenfreno, cayó al suelo y se hizo pesada y dura, como de hierro. Él no sabía qué hacer. La había hecho tocar fondo, hizo que la presión del agua que pesaba sobre ella fuera insoportable. La había transmutado. No sabía porqué la había llamado. Quería acelerar su ascenso, apresurar su ligereza. Quería tenerla de nuevo en sus brazos sin tener que esperar. Esperar. Era todo lo que ella le había pedido. Espera y silencio. Y él lo había arruinado, estaba solo de nuevo. No quería separarse completamente de ella, pensó hacerla escultura. Quiso poner su cuerpo rígido y su mirada perdida como un monumento al silencio. La envió al mar, la erigió en la playa , como para que su figura acallara el sonido de las olas y el viento.

Habían sido muchas las noches que habían pasado juntos, sin sentir nada, sin escuchar nada.  Pensó en ella, pensó en el ruido, se sintió aturdido. Quiso escapar, huir de nuevo a ella, sentir su silencio, perderse en su quietud. Fue a la playa, la observó por largo rato, la sintió como antes. Se sosegó en el silencio, pero su soledad siguió allí. Lloró sin emitir sonido, temía hablar de nuevo y arruinarlo todo. La deseó con todas sus fuerzas. Un canto dulce, agudo, mudo, como un conjuro de sirena que lo llamaba comenzó a salir de las olas. Perdió el control de sus movimientos y comenzó a caminar en dirección al mar, caminó, pero no pudo flotar y comenzó a hundirse...sintió el peso y la presión, las aguas lo anegaron, la marea se llevó su cuerpo. 

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