miércoles, 22 de febrero de 2012

Atrás suena trascendental el piano, intercalando notas, lamentos. Es una despedida, es un adiós disipador, como una mano que despeja el vaho en las tardes lluviosas. ¿Qué pensarás en los días tormentosos? ¿qué de una despedida muda? ¿qué de nuestra historia de ensueño? Ahora, supongo, pensarás en zapatos y ansiarás horizontes diferentes.

El piano repite la melodía, sin hastiarme en absoluto. Puedo suspender esto hasta el infinito, pero, ¿quién me arrancará del abatimiento? ¿quién de tanta cavilación absurda? Te digo que me despido de momento, sólo de momento, dejándote un susurro inaudible, una palabra muerta en el desván, y alejándome con la amargura más honda, la de mi soledad eterna.

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