El piano repite la melodía, sin hastiarme en absoluto. Puedo suspender esto hasta el infinito, pero, ¿quién me arrancará del abatimiento? ¿quién de tanta cavilación absurda? Te digo que me despido de momento, sólo de momento, dejándote un susurro inaudible, una palabra muerta en el desván, y alejándome con la amargura más honda, la de mi soledad eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario