Miro los ojos del ausente
La noche sigue constelada
Su respiración vacila aún sobre mi pecho
Susurro al oído del ausente
El viento gime entristecido
Sus latidos resuenan rasos en mi pecho
La noche del ausente se estira sobre mí.
Me cubre crasa hasta el tobillo
Rozo con cuidado la piel del ausente
Un cuello emerge de la sábana.
El eunuco etrusco aparece límpido.
-No volverá- me convenzo.
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