miércoles, 13 de junio de 2012

II



El joven Malheur se echó en el catre, mirando el techo. Pensó en sus padres. Fiebres, insomnios, aneurismas. Signos de vida: no los latidos, no. Pero la vida es vida porque existe la muerte. Entonces la vida llamaba. Mal hijo. Qué grandísimo imbécil. Mi madre adolorida. Hijo de puta era yo. Nada literal.

Pensó en sus amigos. Suicidios, llamadas, llanto. Humanidad: hasta un animal podría entenderlo.
¿Y quién si no yo vicia ensimismado horas y horas contemplándose al espejo?

Pensó en el amor.



Malheur gimió y se contuvo. ¡Hijo de puta egoísta! Hijo de puta egoísta....y solo.

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