sábado, 18 de enero de 2014

Poemas whitmanianos: Los límites de la ciudad - A. R. Ammons

Cuando piensas en el resplandor, que no se retiene en sí
sino que derrama su indiscriminada plenitud en cada
rincón y grieta, sin sobresalir o esconderse; cuando piensas

que los huesos de los pájaros no hacen ruidos atroces contra la luz
sino que se agazapan en ella como un testimonio superior; cuando piensas
en el resplandor, que mirará el interior de los más culposos

desvíos del corazón urdido y los sostendrá
sin amedrentarse tras un disfraz o en la oscuridad; cuando piensas
en la abundancia de tal recurso mientras ilumina los cuerpos azules

resplandecientes y las broncíneas alas de moscas que pululan entre las
tripas desechas de una carnicería natural, o sobre las espirales de mierda
que de ningún modo estremecen sus asaltos de generosidad; cuando piensas

que aire o vacío, nieve o esquisto, calamar o lobo, rosa o liquen,
cada cual es admitido en tanta luz como pueda tomar, entonces
el corazón se mueve libremente, el hombre se levanta y mira alrededor, la hoja

no se alza por encima de la hierba y el misterioso trabajo
de las más profundas células es armónico con los arbustos de mayo,
y el miedo encendido ante la vastedad de tales cosas, se convierte, tranquilamente, en alabanza.

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