lunes, 29 de agosto de 2011

Ruptura

Un abatimiento fuera de todo lo terreno. La voz aún más callada, más apagada y la mirada rota y desfijada de toda existencia.   
Así fueron los días que siguieron a su toma de conciencia. Una tarde, ¿o fue una mañana?. Un día ella había decidido dejar de negar el dolor y dejar de negar las cosas que se le presentaban en la realidad como verdaderas. Ese día ella había decidido comenzar a vivir con conciencia, de sus actos y de los de los demás,  decirse la verdad y terminar con el engaño. 
Y entonces pronto esa conciencia se hizo muy densa  y pesada y llegó el abatimiento. Fue como una sombra que nubló primero su sonrisa y luego todo su rostro, pronto cubrió también su voz y luego sus movimientos. Su lengua se entumecía y se movía lenta. Sus pupilas se paseaban cabizbajas por el asfalto inmutable. El abatimiento estaba allí.
Su conciencia era demasiado consciente y le hacía sobre-pensar las cosas. Como una madre que sobre protege a sus hijos,así su conciencia le hacía pensar más de lo que debía cada una de sus acciones. Le hacía sentir el peso de sus palabras, el peso de su interpretación. Le hacía leer los signos, las miradas, las palabras de los otros con fruición y temor. Era por ese defecto pequeño de su conciencia que había dejado de usarla con frecuencia.  Pero ahora la había traído de vuelta y entonces su mundo volvió a pesarle, le pesaron de nuevo sus palabras y sus comportamientos. Y entonces regresó el abatimiento, regresó el pensamiento racional que había abandonado.  Regresó y ahora no puede recordar ni siquiera cómo fue su último día estando inconsciente. 

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