jueves, 8 de agosto de 2013

Eco

Desde entonces se esconde en las espesuras y por nadie en el monte es vista,
por todos oída es: el sonido es el que vive en ella.
OVIDIO. Metamorfosis, III, 400.

En las noches me lleno de nostalgia.
Vienen pequeñitos los títeres de mis días
a representar la humorada de mi vida.

Dicen: Hoy, mañana, pronto, luego, arena, risa, voltereta.
Pero nada de eso es cierto en cuanto lo digo. 
Por eso la negación.

Dicen: Ven, iré, levántame.
Pero aquí sólo hay una pecera y un dardo y un lapiz sin punta.
Nada de esto es cierto y caigo en la repetición de tu nombre.

Trae las cenizas que caen de los párpados que besas.
Llora sobre el vientre que huye deshecho y será fértil.
Ríe sin saber que has hecho jirones mis huesos.

Yo sigo esperando aquel cerezo rubicundo y viril.
Sigo tendida sobre el pasto hasta que se haga movedizo,  
que me consuma y me arrope. Quiero ser verde.

Hay alguien aquí que me enseñó a despreciarlo
Alguien más me hace anhelarlo
Pero en verdad no hay nadie sino el pasto
que no quiere atraparme dentro de sí.

Quiero ser verde y abandonar, por fin, tus palabras.


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