viernes, 4 de noviembre de 2011

Alter

Buscaba su nombre herido entre la roca.
El resguardo intangible de mi cabeza entre sus brazos.
Buscaba la herida de mis ojos en su pecho.
La engañosa trayectoria de los dardos nunca vistos.

Buscar. Buscaba, en pasado terminado.
Ya no, o tal vez todavía, sólo un poco.
La duda que se acerca ignominiosa e hipócrita.
La duda, espantosa y cobarde como siempre.

Me contradice mi conciencia. Me asalta mi memoria.
Absortos y absurdos. Así somos, así estamos.

***

Anoche el muro estaba más frío que antes. Me recosté contra él y esperé que se calentara. No sucedió. Anoche pensaba en lo que podría pasar. Hoy creo que ya lo sé. De nuevo, se repite la historia que nunca había sido antes. La que yo imaginé y temí en mis adentros. De nuevo, tú te vas y yo sólo espero y pretendo no entender. Como siempre. Es un círculo vicioso. El muro se enfría cada vez más, una capa de hielo comienza a emerger de lo profundo del ladrillo, de sus entrañas. Y yo me acerco e intento calentarlo. Nunca sucede. Es mejor ir del otro lado, donde está la piel y la tibieza de la tela. Es mejor ir hacia la orilla, hacia el vacío del piso. Pero también está frío. Tiene polvo. ¿Quién eres tú? ¿Qué eres tú? El otro. La alteridad. El opuesto. Eres. Luego te vas.

La noche era fría, tan fría como antes.  La noche está helada. Me había acostumbrado.  

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