miércoles, 16 de febrero de 2011

Mi escondite

Aún puedo recordar el día en el que decidí ocultarme en mi memoria. No sé la fecha, ni siquiera aproximada, no recuerdo mi edad, ni tampoco la época de mi vida en que tomé esa decisión. Creo que era una niña, tal vez por eso la inconsciencia temporal, y tal vez por eso recuerdo haber estado escondida durante mucho tiempo; eso lo supongo, pero en realidad no lo sé. Recordar me es difícil. "Recordar", esa palabra, tan relativa y tan dudosa, esas letras extrañas que han perdido tanto su significado en mi vida. Recordar y recuerdos...lejanos, borrosos. 

"La Persistencia de la Memoria" Salvador Dalí
Antes de ese día tenía una mente dispersa y olvidaba las cosas con frecuencia, pero me esforzaba. Trataba de recordar, de poner atención y de conservar memorias lo mas fieles posibles, me preocupaba por mantener viva esa conciencia del pasado...Pero un día me cansé, me pesó demasiado esa carga del tiempo; me cansé de reprocharme mis ausencias, mis silencios, mis palabras... y dejé de esforzarme. Dejé que esas ráfagas que arrasaban con mi pasado inmediato tomaran fuerza y se llevaran todo lo que sucediera en mi vida. Dejé que se llevaran todo lejos...aunque luego fue difícil. 

Y allí, en el vacío del pasado y del tiempo, me escondí. Entré en esa pequeña cueva para que los recuerdos no me hallaran y se fueran, para que esa ráfaga pasara y se los llevara sin golpearme. Y allí he estado durante no sé cuanto tiempo. Perder mi pasado ha significado perder también la noción del tiempo, de su paso y de sus estragos. Cuando decidí esconderme de mí misma, pensé que sería fácil, que sería como una memoria selectiva, pero todo se salió de control. Los vientos eran cada vez mas fuertes y no me dejaban ni siquiera aferrarme al más mínimo rezago del tiempo, de mi vida misma. 

Y el espacio que antes llenaban mis recuerdos, ese lugar en el que me había resguardado, había comenzado a llenarse de sueños que eran cada vez más reales, más confusos, más hermosos...y dejé que la ráfaga borrara también la frontera entre los recuerdos y los sueños y comencé a vivir en ellos, en mis sueños, en hermosas quimeras, imaginaciones, pensamientos creadores que me hablaban con dulzura. 

Y he estado allí durante más tiempo del que puedo recordar...( lo peor es que me obstino en utilizar esa palabra, una y otra vez, recuerdo, recordar, como si en realidad lo hiciera, como si existieran en mi, como si no estuvieran sumergidos en la lejanía de un tiempo arrasado), he vivido en la más confusa mezcla de pensamientos y sueños que me envuelven, me distraen, me hacen feliz...Debo reconocer que ha sido difícil, que es difícil, que a veces la realidad me desanima y me hace querer llamar el tiempo perdido, me hace querer recordar...pero he aprendido a manejar con habilidad algunos recuerdos para disfrazarlos de sueño y evitar que se vayan, los embellezco, los cubro con una delgada seda de utopía y los guardo nuevos y brillantes.

Tal vez mucho de lo que acabo de decir sea contradictorio o absurdo. Tal vez la poca prolijidad de este texto y la irracionalidad de las ideas sean producto del mundo de mis sueños, porque allí todo es posible y tiene sentido, allí me escucho y hablo...allí me confundo y callo. Y a veces olvido que afuera, en la realidad, las cosas son diferentes, hay convenciones, hay saludos, hay códigos, hay razón...olvido que estoy afuera y sigo soñando. Tal vez lo que deba hacer sea esconderme ahora en el silencio. El silencio es ambiguo y puede revelar más de lo que quieres o puede mentir y mostrarte como no eres. Pero da lo mismo. Callando podría escuchar más y leer más. Callando podría evitar equivocarme, evitar que me notaran, ser invisible y huir de los juicios, los rótulos, las burlas, las acusaciones de una sociedad mezquina y cerrada que observa tu imagen, pero no se interesa por ti, por entenderte. Ser invisible. No lo sé. El silencio, tal vez no. 

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